Reflexiones para tí.

No, al odio; sí, al amor

No matarás. Exodo 20:13.

Tomado literalmente, este mandamiento protege la dignidad de la vida humana, nos pide un respeto supremo por ella, y considera una maldad muy grande el quitar la vida a otro ser humano o segar la propia. Aun cuando el tema merece una discusión más profunda, sus aplicaciones deberían ser consideradas seriamente, por los cristianos, en el momento de tomar decisiones en campos como el suicidio, la pena de muerte, el aborto, la eutanasia, las guerras.

Precisamente, este es uno de los mandamientos cuyo sentido profundo y amplio significado fueron explicados por nuestro Señor Jesucristo en el Sermón del Monte:

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mat. 5:21, 22).

Pareciera, entonces, que el mandamiento “No matarás” significa “no odiarás ni dañarás o destruirás, como consecuencia, ni la vida física, ni emocional ni moral de tu hermano, otro ser humano como tú”.

Nuestro Salvador sabe que la manera de lidiar con el mal no es usando como instrumento el mal mismo, sino el bien. Devolver mal por mal lo único que hace es retroalimentar la maldad, sumarnos a la maldad de otros, entrar en su juego y manejarnos con la misma moneda; es degradarnos, y permitir que el mal nos domine y se adueñe de nosotros, que nos venza en nuestro afán de ser personas buenas (ver Rom. 12:21).

Por eso, aunque Jesús comprende que en algunos casos nuestra indignación puede ser justa, nos invita a un camino más excelente: el camino del amor, del perdón, de la comprensión de nuestro prójimo, de la reconciliación, de la restauración de las relaciones. Ya se ocupará Dios, en su Juicio Final, de arreglar cuentas con los malvados, luego de haberles dado toda una vida para que se arrepientan; de hacer justicia; de vindicar a los hombres y a las mujeres de bien y buena voluntad. Dejemos nuestras ofensas en las manos de Juez de toda la Tierra, infinito en sabiduría, justicia, amor y misericordia.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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